Ana e Iván: una boda uruguaya en la madre tierra



Desde el día en que conocí a Iván le escuché decir que nunca se casaría, que eso no era para él. Pero no sé cómo ni cuándo cambió de opinión porque para sorpresa mía, en una cena de San Valentín, empezamos a imaginar nuestra boda y creo que para sorpresa de él, imaginábamos lo mismo. Esa noche decidimos casarnos.Varios meses más tarde viajamos a Montevideo y una noche en la que estábamos reunidos con varios familiares, Iván pidió silencio porque iba a leer una carta que enviaban sus padres a los míos. ¡Casi me caigo cuando empiezo a prestar atención a lo que estaba escuchando! ¿¡Que sus padres pedían formalmente mi mano!? Fue muy divertido y muy emotivo, porque jamás me lo imaginé, y ¡mi familia menos! El culmen fue cuando veo que Iván saca del bolsillo una cajita negra y que ¡encima tenía un anillo dentro! Era regalo de sus padres. Lo trajo todo el viaje en el bolsillo del jean, y ¡nunca sospeché nada! Con lo astuta que soy…


Ese día me preparé en el Castillo Hotel Son Vida. Nunca me voy a olvidar lo tranquila que estaba y lo bien que pasé. Me acompañó mi hermana y mi amiga Yannel que nos peinó y maquilló. Con buena música y el timing perfecto, ¡cero estrés!


El vestido... ¡Uff! ¡Lo elegí después de probarme muchos vestidos en varias tiendas! Merenguitos, sirenas, encajes, strapless, un hombro, corte a la cintura, corte a la cadera… ¡Todos me gustaban y me ponía nerviosa no saber cuál era EL vestido! Pero al final me sentí súper identificada con el que me compré en AIRE: strapless con corte a la cadera, el cuerpo plisado y la falda con volados tipo sevillana con una buena cola.


El tocado me lo hizo Paola Malaquín. En ese mismo viaje de la pedida de mano, tenía cita con Paola y en un ratito me ayudó a elegir qué era lo que más iba con mi vestido. Me mostró todos los materiales que usaba y las diferentes opciones. ¡Estuvo genial! ¡Sacaba cosas y más cosas de miles de cajoncitos! La verdad es que confié totalmente en ella porque no hubo tiempo de pruebas, entre las fiestas y que estaba tapada de trabajo fue algo así como que lo busqué, lo metí en la valija y regresé a Palma. Además llevé un ramo de Lisianthus blancos. ¡Me encantó! Era elegante, fresco y juvenil.

Como no quería el típico zapato de novia, me compré unas sandalias divinas en color peltre que puedo usar en cualquier otra ocasión. Y las caravanas me las prestó una amiga.

El día de la boda no me puse nerviosa. Ese día yo flotaba de alegría. Pero la semana previa al casamiento sí, ¡los nervios me traicionaron! Había llegado mi familia, empezaban a llegar los invitados uruguayos, estábamos con los últimos preparativos y festejábamos el cumpleaños de mi padre con todos los uruguayos en casa de mis suegros dos días antes de la boda. Una mañana me fui a levantar de la cama y ¡casi me caigo del dolor al apoyar el pie! No me lo había golpeado ni doblado, ¡pero no podía apoyarlo! Seguramente canalicé mis nervios a esa zona. Terminé vendada hasta la rodilla, con reposo y antiinflamatorios.

Nuestra boda fue sólo por civil. Preparamos un altar en el lugar de la fiesta y vino una Regidora (jueza) a casarnos. Los anillos los llevaron Víctor y Mar, los hijos de unos amigos, ¡dos piojitos divinos! El momento más emotivo fue sin duda cuando Iván me leyó un poema que me escribió. Causó tanto furor que las mujeres me pedían que lo escanee y lo mande por mail para tenerlo porque no podían creer las cosas lindas que me dijo. Y los hombres le preguntaban a Iván de dónde lo había copiado, ¡jajaja! Fue en  la Finca Son Mir, una casa antigua divina, típica mallorquina.





Recuerdo un momento chan! Los del catering habían empezado a trabajar con una chica que hacía unas tortas de boda espectaculares. Conocí a la experta, hablamos de la torta, de cómo decorarla e hice especial hincapié en que el relleno fuera de dulce de leche. Después de un par de idas y vueltas, me dijo que lo intentaría, pues nunca antes lo había trabajado. No supe más nada de ella hasta el día de la boda, pero todo estaba bajo control. Cuando llega el momento de cortar la torta, tenía al cámara filmando, al fotógrafo dando lo mejor de sí, y de repente la veo... Recuerdo haberme dicho “Ana, disimula porque esto va a quedar registrado”. ¡En mi vida había visto una torta de bodas más terraja! No sé qué me habrá entendido la francesa cuando le dije que la quería toda blanca, simple, con apenas unos detalles decorativos pero también en blanco… ¡Y le metió frutillas! Me quería mo-rir. Pero lo mejor es que los del catering olvidaron cortarla, y yo ni me acordé. Sólo dos personas la probaron, mi marido y un amigo que tomando unas copas, la vieron abandonada en una mesa y la probaron a mano. Es el día de hoy y todavía no sé si era de dulce de leche…


El lugar en el que nos casamos es de por sí espectacular. Es una casa antigua, típica mallorquina, rústica, con una plantación de olivos, un patio divino lleno de plantas y un jardín enorme muy bien cuidado. Nosotros hicimos la boda en tres lugares, la ceremonia civil en el patio, la cena con los invitados en el jardín al aire libre y la pista de baile la pusimos en el establo. Queríamos que la decoración fuera la justa y que acompañara al lugar. Para eso nos ayudó Neus, una enamorada del estilo Provenzal. En la ceremonia civil pusimos mesitas de hierro blanco con sus sillas a juego colocadas tipo café, ¡muy lindo! Y en cada mesita un pequeño ramo de flores.


 En el jardín, donde estaban las mesas jugamos mucho con la iluminación. Palmeras con focos para destacarlas, leds que cambiaban de color entre los arbustos y a la casa la iluminamos de color naranja. Además, para ver bien los platos y comer a gusto, pusimos lo que acá llaman “una luna”, es una luz potente adentro de un globo blanco a unos metros de altura. ¡Por supuesto que no faltaron los centros de mesa! Eran unas tazas de té y teteras gigantes llenas de hortensias, peonías y lisianthus, ¡maravillosos!





Una idea muy buena que tuvo el catering fue la de colocar una flor comestible en las copas de champagne para brindar después de la ceremonia civil. Era un hibiscus australiano.


Un detalle que quisimos tener con los invitados era agradecerles que estuvieran acompañándonos ese día. Estábamos muy emocionados porque habían viajado muchos uruguayos, y también por todos los mallorquines que nos acompañaban, ¡claro! Para eso pusimos en las mesitas de la ceremonia civil unos cartelitos hechos por nosotros con diferentes frases de agradecimiento. ¡Fueron un éxito porque no quedó ninguno! Otro detalle que causó furor, fue que los carteles indicadores de las mesas estaban colgados de las ramas de un olivo divino que había. Quedó muy bueno y gustó mucho. Y las mesas tenían nombres, más bien fechas. Eran todas fechas que tenían un significado especial para nosotros. Lo bueno era cuando nos preguntaban qué había pasado en determinada fecha ¡y no nos acorábamos!



Disfrutar mucho de los preparativos, porque cuando llega la fiesta, ¡pasa muy rápido! Bueno, y otro consejo es que si quieren que las cosas salgan como se lo imaginan, tienen que estar encima de los preparativos. Si no quieren una torta de bodas terraja, tienen que asegurarse de que no va a ser así. 

3 comentarios

  1. Jajajajajaja es la PRIMERA VEZ que veo una foto de tu torta, antes de empezar a leer pensé que la habías hecho vos jejejejejejejejejejejejeje. Excelente anécdota!
    Divina Anita!

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  2. La torta terraja es lo máximo jaja

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  3. Jajaja! Fla, si la hubiera hecho yo seguro quedaba mejor! Que horror, que horror...

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Flor